¿SOY UN HIJO DE DIOS? 2ª PARTE

¿SOY UN HIJO DE DIOS 2ª PARTE

Continuamos con el tema ¿Soy un hijo de Dios?

En la entrada anterior hablamos que ser un hijo de Dios es un privilegio que adquirimos solamente al creer en Cristo, y que al hacerlo, recibimos el Espíritu Santo, el Espíritu del Hijo que nos hace clamar Abba Padre (Gálatas 4: 6)

Este Espíritu produce en nosotros toda una nueva experiencia en aquellos que han sido adoptados por Dios, y veíamos con base en este texto dos evidencias claras:

  1. Genuinamente, llamamos a Dios, Abba Padre.
  2. No solo llamamos a Dios como Padre, sino que también lo amamos como Padre.

Ahora, avancemos a las últimas tres evidencias que experimentan los hijos de Dios:

  1. Venimos a Él cuando las cosas no están bien

Me regreso a la escena del Getsemaní, el Señor Jesús buscando al Padre en oración, diciendo:

“Adelantándose un poco, se postró en tierra y oraba que si fuera posible, pasara de Él aquella hora. Y decía: «¡Abba, Padre! Para Ti todas las cosas son posibles; aparta de Mí esta copa […]” (Marcos 14:35–36, NBLA)

Si los hijos de Dios han recibido el mismo Espíritu del Hijo que los hace clamar Abba (Padre a Dios), los hijos de Dios vienen al Padre en momentos de angustia, en momentos de problemas, en medio del dolor —como sucedió con Cristo— y aún venimos a Él cuando le fallamos.

Los que son del mundo no buscan a Dios en momentos difíciles. Los que son del mundo se refugian en el alcohol, en las drogas, en los videojuegos, en relaciones indebidas, en las series, etc., silencian sus problemas e ignoran su dolor, apagan su angustia de muchas formas, pero no vienen a Dios clamando y llorando como hijos a Su Padre cuando estas cosas pasan.

Si alguna vez me encuentro con mi hija en algún centro comercial, y mi pequeña hija se tropieza, se golpea y empieza a llorar ¿A dónde creen que irá gateando y llorando buscando consuelo? ¿Al guarda de seguridad? ¿A la vendedora de un puesto comercial?, ¡viene a dónde mí porque sabe que soy su papá!

Eso mismo sucede con los hijos de Dios ¡Ellos corren a Dios, a Su Padre cuando tropiezan y pecan! Ellos van y confiesan su pecado, lloran por su pecado, les duele su pecado y dicen: “¡Padre, perdóname, ayúdame!”

Alguien que no es hijo de Dios, cuando peca, se aleja más y más de Dios porque el pecado le produce deleite y porque la culpa lo espanta de Dios ¡Cree que es aceptado por su comportamiento y no tiene ni idea de lo que Cristo ha hecho en la cruz por nuestros pecados! Por eso no quiere acercarse a Dios para confesar su maldad y clamar por ayuda, no acepta que es un pecador necesitado de la gracia y del perdón continuo de Dios. El Espíritu Santo es el único que puede convencernos de estas verdades.

En este momento, pregúntate: ¿A dónde voy cuando todo va mal?, ¿A dónde voy cuando peco?

  1. Los hijos de Dios queremos agradar al Padre

Nuevamente, la escena del Getsemaní nos muestra la aflicción de Jesús, el Hijo de Dios:

[…]Y decía: «¡Abba, Padre! Para Ti todas las cosas son posibles; aparta de Mí esta copa, pero no sea lo que Yo quiero, sino lo que Tú quieras».” (Marcos 14:36, NBLA)

Y los que han recibido el Espíritu de Su Hijo, procuran el mismo deseo: Hacer Su voluntad aunque duela y nos cueste.

Ya no somos esclavos del pecado, ahora somos libres para buscar a Dios y hacer su voluntad, aunque a veces puede ser doloroso y costoso para nuestra carne. Anteriormente, no nos importaba agradar a Dios, ahora el pensamiento de los hijos de Dios es saber ¿Qué es lo que agrada a Dios?

Yo recuerdo que antes, para mí, el cristianismo era indiferente. Me reía de los que seguían a un Dios que no podía ver y se guardaban de hacer cosas para agradarle. No había un deseo o un anhelo por entender la voluntad de Dios y buscar agradar a Dios. Ahora, generalmente, mi pregunta es ante cada decisión ¿Cuál es la voluntad de Dios en este asunto? ¿Qué dice la Biblia acerca de esto? Esto es obra del Espíritu ¡Yo jamás hubiera querido algo como eso! Yo quería vivir para mí y hacer mi voluntad, pero veo que el Espíritu de Su Hijo ha venido a mí, y por esto ahora mi oración es como la de Él: “Quiero que se haga tu voluntad, no la mía”.

Pregúntate entonces: ¿Es mi deseo frecuente querer agradar a Dios?

  1. Oramos al Padre.

Por último, y creo que muy evidente, es que los hijos de Dios oran a Él como a Padre. Mira como lo dice Gálatas: […] y debido a que somos sus hijos, Dios envió al Espíritu de su Hijo a nuestro corazón, el cual nos impulsa a exclamar «Abba, Padre».” (Gálatas 4:6, NTV)

Oramos a Dios, no en una relación del tirano mandón a un esclavo. Nos acercamos a Él tal y como somos en oración, abrimos nuestros labios y decimos: “Padre, padre…”. Venimos a Él como nuestros hijos se acercan a nosotros y sabemos que Él puede entender las cosas que decimos y lo que no decimos, porque es nuestro Padre. En varias ocasiones yo he venido a Dios tan solo diciendo una o dos palabras en lágrimas, clamando Padre… Padre… y hallo en Él el consuelo y el ánimo que no he podido encontrar en ninguna parte.

Si tenemos el Espíritu de Su Hijo, este nos lleva a ser como Él, venir al Padre una y otra y otra vez en comunión.  El hijo de Dios ora a Dios como Padre.

Pregúntate entonces: ¿Oras a Dios como Padre?

Evalúa tu condición

Si tus respuestas a todas estas preguntas fue un sí, dale gloria a Dios, porque eres un hijo de Dios, y si hijo, dice el siguiente versículo de Gálatas: Ahora ya no eres un esclavo sino un hijo de Dios, y como eres su hijo, Dios te ha hecho su heredero”. (Gálatas 4:7, NBLA)

Y no alcanzas a imaginar lo afortunado que eres. Tienes una hermosa herencia que no es más que Dios mismo y Su Reino eterno. Eres heredero de Dios ¡No hay mayor estatus que este!

Estas evidencias en tu vida deben afirmarte y deben apagar toda duda de tu identidad delante de Dios. Si hoy eres su hijo, sencillamente, serás su hijo para siempre. No tengas temor, no sientas duda del amor del Padre.

Disfruta de tu relación con el Padre.No nos perdamos de vivir esta vida sin disfrutar de toda la rica herencia que nos ha dado el Padre celestial.

Si tuviste un pasado terrible, no dejes que eso ya te siga amargando la vida. Si no has encontrado aún pareja o si tu pareja ha cambiado contigo porque ahora sigues a Cristo, no dejes que eso te haga pensar que nadie te ama y que nadie está contigo ¡Tienes un Padre Celestial que te ama! Hasta si tu padre y tu madre te han abandonado, Dios, tu Padre, dice que Él nunca te va a abandonar ni te dejará (Salmo 27:10). Si las cosas no están tan bien como quisieras, recuerda que el Padre te ha dado hermosas y fieles promesas. Si pudiéramos entender esta gran verdad, y la disfrutáramos, seríamos las personas más felices sobre la tierra.

Pero, si te diste cuenta de que ninguna de estas cosas están ocurriendo en ti, hay esperanza: ¡Cree en lo que Dios ha hecho para que tú puedas ser adoptado como Su hijo! Entrega tu vida a Cristo. Él es el Hijo de Dios que vino a este mundo a morir por nuestros pecados, su Palabra dice que si venimos a Él con la fe de que Él es nuestro Salvador y nos arrepentimos de nuestros pecados, Él nos da el derecho de ser llamados hijos de Dios (Juan 1: 12)

El Padre tiene los brazos abiertos para todos aquellos que vienen a Él a través de Cristo y ponen su confianza solo en Él para salvación, a ellos el Padre ha prometido adoptarlos como sus hijos para siempre.

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