NAVIDAD

Navidad

Hay cristianos que consideran la navidad como un momento especial para celebrar el nacimiento de nuestro Señor Jesús en medio de una temporada fresca, llena de colores, adornos y generosidad, y hay otros cristianos que consideran que la navidad no debería ser celebrada por todas las falsas creencias externas a la Biblia que se mezclan con los hechos reales que nos relatan los evangelios, además del exceso de materialismo en la que muchos caen en medio de esta festividad. Esto ha sido una disputa milenaria, ambos “bandos” existirán hasta que venga Cristo, pero si hay algo que ambos “ambos” pueden hacer en común, lo cuál es un mandato de la Escritura, y que no se limita a si mantienes la postura de celebrar o no celebrar la navidad para estas fechas decembrinas.

Contempla a Cristo

La Escritura presenta la encarnación de Cristo como el cumplimiento de una esperanza que Dios comenzó a revelar al hombre desde el mismísimo principio, en el jardín del Edén, cuando dijo que vendría un descendiente de la mujer que aplastaría la cabeza de la serpiente (Gn. 3:15) Este evento es tan precioso y especial, que Dios ordenó todo un escenario perfecto, en el tiempo perfecto y en un contexto perfecto para traer al Hijo de Dios que redimiría al mundo que estaba esclavizado en pecado (Ga. 4: 4 – 5). Es de tal magnitud que la creación completa se estremeció, a tal punto que personas de tierras lejanas de Israel fueron atraídas por una estrella misteriosa que los guiaba por los desiertos para ver al Mesías recién nacido (Mt. 2: 1 – 12) y que los mismísimos ángeles del cielo aparecieron aquella noche prorrumpiendo con alabanzas y anuncios del nacimiento del Salvador prometido (Lc 2: 8 – 20)

El relato de la Navidad es un evento épico en la historia de la humanidad, pero aún no hablamos de lo más importante que ocurrió en aquél lugar de Belén, lo cual es el punto a dónde todo cristiano (sin importar los bandos) debe mirar. El apóstol Pablo en su carta a los filipenses relata el significado de cómo y para qué Cristo vino al mundo. Versado en forma de un himno solemne, el apóstol declara lo siguiente:

Aunque era Dios,
no consideró que el ser igual a Dios
fuera algo a lo cual aferrarse.
En cambio, renunció a sus privilegios divinos;
adoptó la humilde posición de un esclavo
y nació como un ser humano.
Cuando apareció en forma de hombre,
se humilló a sí mismo en obediencia a Dios
y murió en una cruz como morían los criminales.
Por lo tanto, Dios lo elevó al lugar de máximo honor
y le dio el nombre que está por encima de todos los demás nombres
para que, ante el nombre de Jesús, se doble toda rodilla
en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra,
 y toda lengua declare que Jesucristo es el Señor
    para la gloria de Dios Padre.
(Filipenses 2: 6 – 11)


La encarnación de Cristo fue un acto de suprema humillación, Jesús, siendo Dios, tomó forma de hombre, adoptando las limitaciones humanas, vivió una vida de perfecta obediencia y murió la muerte de los pecadores, para que con su sacrificio, el pecador fuera redimido, y todo lo hizo por obediencia y para gloria de Dios Padre, ahora Él ha sido exaltado a lo sumo, porque con su obediencia y sacrificio, compró la libertad del mundo esclavizado por el pecado y trajo la salvación que Dios había prometido desde un principio.

¡Contempla a Cristo! miremos con cuánta ternura y gracia Dios ha condescendido en descender a nosotros para darnos una salvación inmerecida. Él era Dios, pero renunció a sus derechos, Él no tenía necesidad de salvar, pero lo hizo por amor, Él estaba airado con todos los seres humanos, pero en su amor ha enviado al Único Redentor que puede rescatarnos de su justa ira, Él pudo haberse quedado ofendido, pero extendió perdón a los humanos que por el pecado tenían corazones endurecidos ¡Qué gran y bendito misterio! No habrá jamás libros, canciones, películas ni sermones que puedan capturar la sublime trascendencia que la encarnación tiene para Dios y para nosotros, sus criaturas.

Imita a Cristo

Sin embargo, la encarnación no se debe volver para nosotros una historia bonita, ni tampoco es solo para recordarla el 24 y el 25 de diciembre, es un evento que debe transformar nuestras vidas, sea que celebremos navidad o que prefiramos no hacerlo, el apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, antes de escribir tan hermoso himno, menciona en la misma carta a los filipenses:

Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús.
(Filipenses 2: 5 NTV)

Los creyentes debemos contemplar el misterio de la encarnación de Cristo con gran asombro para recordar la salvación prometida, pero también, para imitar profundamente a Cristo en la forma en cómo Él se despojó de sí mismo, para vivir en obediencia a Dios y para la gloria de Dios Padre.

Esto significa que en Navidad, como en cualquier otro momento del año, deberíamos vivir con la conciencia de que muchas veces es necesario renunciar a nuestros privilegios (tiempo, dinero, comodidad, etc.) para el beneficio de otras personas; de que muchas veces nosotros seremos los ofendidos, pero deberemos extender perdón y gracia hacia nuestros ofensores; de que muchas veces tendremos que ceder a nuestros derechos, para ser obedientes a Dios; y de que cada día es una oportunidad de morir a nuestras egoístas preferencias y adoptar una humilde posición, todo esto para que Dios sea glorificado. Sin duda, también recibiremos recompensas de Dios al ser obedientes a Su palabra, y por eso Cristo nos ha dado ejemplo, Para que nosotros sigamos sus pisadas (1° P. 2: 21)

Si lo pensamos mucho más, (sin ánimo de persuadir algo contrario a tu libertad de conciencia) esta misma actitud que hubo en Cristo podría llevarnos a amar, y no sólo tolerar, a aquellos que tienen una cosmovisión de la Navidad diferente a la nuestra. Por ejemplo, teniendo en cuenta el ejemplo perfecto de Cristo, aquél que considera que celebrar Navidad es ser partícipe de creencias paganas, no debería burlarse de aquellos que sí participan de ella, y tal vez, no rechazar sus invitaciones para compartir en algún momento dado, de la misma forma, aquellos que sienten ese entusiasmo por Navidad, no deberían marginar a aquellos que no lo celebran, inclusive, podrían llegar a tener un tiempo de compartir en espacios diferentes. Todo esto porque seguimos siendo del mismo cuerpo de Cristo y Dios desea la unidad en Cristo sin importar nuestras perspectivas en temas de segunda o tercera categoría teológica.

Una  solo propósito

Para concluir, ya sea que seamos de aquellos que celebran la navidad, o de aquellos que no quieren participar de ella, sin importar toda la propaganda militar de sí es bíblico o no celebrarla en las redes sociales, recordemos que a ambos se nos ha dado un solo propósito: Imitar a Dios como hijos amados (Ef. 5: 1 – 2) y glorificarlo con nuestro ser completo (Ro. 12: 1). Navidad es un momento propicio para recordar esta verdad, como también lo será en enero, julio, octubre y todos los demás meses del año.

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