Por la gracia de Dios, mi esposa y yo estamos prácticamente a pocos días de tener nuestra primera hija. Como padres primerizos, solemos soñar despiertos de todas las cosas que nos gustaría hacer junto con nuestra bebé. Esperamos que ella pueda heredar e imitar lo mejor de cada una de nuestras personalidades y talentos: de mi esposa, su increíble talento de tejer, y de mí, lo poco que sé de música. Sin embargo, lo que hemos hablado los dos, y lo que más queremos que ella pueda heredar e imitar, es nuestra fe en nuestro hermoso y glorioso Salvador, Jesucristo.
Esto que queremos lo vemos hecho realidad en la vida del joven Timoteo. Este personaje destacado en la historia de la iglesia no fue el producto aleatorio de los vaivenes de la vida. El apóstol Pablo reconoce un trabajo intencional que hizo su madre, Eunice, en su crianza. Aunque es poco lo que encontramos acerca de ella en la Escritura y literatura extrabíblica, podemos ver dos cosas que ella procuró y que fueron de gran influencia en la vida de Timoteo, tanto así, que Pablo lo hizo notar en sus escritos.
Una fe sincera
Es interesante que el apóstol Pablo, en la última carta que tenemos de él en nuestras biblias, elogia la fe sincera que ha visto en Timoteo. El apóstol dice lo siguiente: “Porque tengo presente la fe sincera que hay en ti” (2 Timoteo 1:5a NBLA)
¿Has tenido la oportunidad de ver personas con una fe así? Son ese tipo de personas en la que no tienes ninguna duda de su conversión al Señor, personas que evidencian una fe genuina, aun cuando es muy sencilla y humilde, que irradian gozo y te animan a perseverar en la fe y alcanzar a los perdidos. De pocas personas el apóstol Pablo se refiere así en sus escritos. Al igual que nosotros hoy, estaba rodeado de hipócritas, llenas de falsedad y con intenciones egoístas, pero él no tiene reservas en decir que en Timoteo había una fe sincera. Sin embargo, ¿cómo este joven pudo cultivar una fe así? Leamos el versículo completo:
“Porque tengo presente la fe sincera que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.” (2 Timoteo 1:5, NBLA)
Vemos que, detrás de este joven singular, había el ejemplo de una madre en la que primeramente habitaba dicha fe, y aquí está una lección muy importante para aquellas madres que tendrán el privilegio de criar un hijo(a), como mi esposa, y para aquellas que, por la gracia de Dios, ya lo son: Tu vida de fe importa para la fe de tus hijos.
A veces las madres adolecen por el comportamiento rebelde de sus hijos, lloran por la mala vida que ellos le dan, y ruegan en la iglesia por ayuda al no saber qué hacer para que ellos dejen de ser como son. Pero, aunque haya muchos libros útiles, consejeros calificados, prédicas precisas, y toda una congregación para apoyarles, todo será inútil, si sus vidas no reflejan una fe sincera para sus hijos. Lamentablemente, he estado cerca de adolescentes que ven un evangelio pobre, inefectivo y poco atractivo para sus vidas, porque ellos dicen que en casa sus padres dan un ejemplo muy diferente a lo que ellos aparentan en la iglesia. Necesitamos cultivar una fe sincera si queremos ser una buena influencia para nuestros hijos, ¡y así no ser piedra de tropiezo para el Evangelio! Esta realidad debe sacudir la forma en cómo estamos viviendo, debe llevarnos a revisar si realmente lo que sentimos, decimos o hacemos es coherente con la fe que decimos profesar, pero eso no es todo.
Una tarea bien hecha
Eunice no solamente era intencional en vivir una fe sincera, sino que, aparentemente, se encargó de que Timoteo conociera la única fuente de sabiduría que le conduce a la vida eterna. El apóstol dice más adelante en su carta:
“Tú, sin embargo, persiste en las cosas que has aprendido y de las cuales te convenciste, sabiendo de quiénes las has aprendido. Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús.” (2 Timoteo 3:14–15, NBLA)
Por lo general, los niños judíos eran educados en las Sagradas Escrituras por sus padres, sin embargo, en el caso de Timoteo, su padre era griego y no se nos dice que era creyente (Hechos 16:1, 3). Los teólogos están de acuerdo que, según lo que dice Pablo anteriormente sobre la fe sincera que había en su madre, habría sido Eunice (junto con su madre Loida, probablemente) quien habría estado detrás de la instrucción bíblica de Timoteo.
Si bien sabemos que la salvación viene del Señor, y que debemos clamar para que nuestros hijos sean salvados por Él (Jn. 1:12-13; 1 Ti. 2:1-6), Dios ha establecido los medios por los cuales esa salvación viene, y el conocer las Sagradas Escrituras pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. (2 Ti. 3:15b) Eunice también da una lección importante a todas las madres: Debes enseñar las Sagradas Escrituras a tus hijos. Aun cuando el padre tal vez no lo considere relevante, Eunice da testimonio a todas las madres que el trabajo no es en vano ¿Y por qué?, porque las Escrituras contienen el mensaje más poderoso que hay en el universo, ¡este mensaje es el mismísimo poder de Dios en acción! Este mensaje es el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo (Romanos 1:16) y este mensaje alcanzó al joven Timoteo.
Considera, pues, que para instruir bien a tus hijos en esta tarea, has de procurar estudiar bien la Palabra y esforzarte por enseñarla con precisión, paciencia, y sabiduría a tus hijos. No se trata de abrumar a los hijos y dispararles ráfagas de versículos sin sentido a sus oídos. Se trata de entender claramente el mensaje central de la Biblia (El Evangelio) y ser capaz de articularlo correctamente para cada momento oportuno. Repito, esto es un arte que se construye con intencionalidad en la tarea de ser un buen estudiante y testigo de la Palabra. Aunque para el mundo pueda ser todo esto una pérdida de tiempo, la recompensa de esta tarea podrá traerte gozo en esta vida y en la venidera. Eunice hizo bien la tarea, y gracias a ello, tenemos a un joven piadoso que ha influido enormemente en la vida de millones de personas a lo largo de los siglos.
Nuestra mejor herencia
Como es bien sabido por el comercio y la cultura popular, estamos en medio del día (o mes) de las madres. Este blog no es para discutir si los cristianos deberían celebrarlo o no, ya que eso es un tema de la libertad de conciencia del creyente, pero creo que lo que enseña la Palabra de Dios tiene un valor eterno y atemporal. Vemos cómo la fe y piedad de una madre fue de gran influencia para la salvación y fe de un hijo, y, realmente espero, que esta breve reflexión pueda hablar, no solo a las madres, sino también a padres que han creído en el evangelio de Cristo. Ambos tenemos el mismo mandato del Señor:
“Y ustedes, padres, no provoquen a ira a sus hijos, sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor.” (Efesios 6:4, NBLA)
Para muchos de nosotros, una gran herencia puede tener forma de una carrera profesional bien remunerada, propiedades de gran valor o muchas riquezas acumuladas, pero nada de eso se compara con la mejor y eterna herencia que podemos darles a nuestros hijos: una vida de fe sincera en nuestro Señor Jesucristo.