Recuerdo que fue aproximadamente a la edad de los 10 años, un viernes de la Semana Santa, que me presentaron por primera vez una película de la vida y muerte de Jesús actuado por personajes reales. Fue una prima, que era mayor que yo, quien me la mostró diciendo: ¡Mira, ese es Jesús, el que resucitó! y mí reacción (recuerdo yo) fue de completo desinterés y apatía. No fue para mí relevante, y tal vez eso quedó en mí memoria hasta hoy tan solo para escribir este pequeño blog.
Muchos años después, en las primeras semanas de mí asistencia sincera a un grupo de oración y estudio de la Palabra, llegó la Semana Santa, y vi, nuevamente, una película que trataba de la vida y muerte de Jesús y jamás podré describir todo lo que mí alma experimentó en ese precioso momento. Recuerdo muy bien que en la escena dónde Jesús enseñaba la parábola del hijo pródigo, el nudo de mí garganta estalló en una fuente de lágrimas, que no logró parar sino horas después, ¡Jamás pensé que podía llorar por horas!, creo que el Espíritu de Dios ese día trajo una convicción profunda a mí alma, de mí terrible indignidad y del sublime amor del Padre revelado en la persona de Jesucristo. Amé esa película, amé ese momento, aunque fue completamente humillante y gemía como un niño, sentí algo que nunca antes había experimentado en mí ser.
Tiempo después, en una iglesia dónde anteriormente me encontraba, organizamos un cine para los días de Semana Santa, y transmitimos una película de igual contenido. Muchas personas fueron a verla, pero al terminarla, no ocurrió nada como lo que yo experimenté, la verdad es que si hubo alguien que le haya gustado todo lo que vio, debió ser muy superficial, porque no retengo en mí memoria alguien que al ver aquella cinta, lo hubiera transformado tan radicalmente como me pasó a mí. Entonces, ¿Qué pasó? ¿Qué diferencia hubo entre ellos y yo?.
Una diferencia.
Lo que hizo la iglesia dónde yo me encontraba, y lo que hizo mi prima aquél Viernes Santo no fue diferente. Presentaron la historia de Jesús en un vídeo y nada más. Puede que la historia de Jesús en una película o actuación llegue a conmover los sentimientos más humanos de nuestro corazón al ver cómo un inocente sufre, pero esto no significa que haya ocurrido salvación, miremos por ejemplo el caso de la esposa de Poncio Pilato (Mt. 27: 19) o el caso del mismísimo Pilato (Mt. 27: 18) ambos sabían que Jesús era inocente, y que lo que estaba ocurriendo era un acto atroz contra la humanidad, pero no se nos dice que ellos fueron salvados. Lo mismo sucedía conmigo y con aquél grupo de personas indiferentes: Ellos solo veían la historia de un hombre que era crucificado, maltratado por soldados romanos, y que al tercer día resucita, y mandaba a sus seguidores a transmitir su historia de generación en generación como si fuera una antigua leyenda griega.
No me mal interpretes, en realidad es la historia más real, hermosa, gloriosa y perfecta que ha existido, y existirá por toda la eternidad, pero el problema es que tanto ellos, como yo de niño, ¡no teníamos ni la más mínima idea de lo que estaba ocurriendo!, lo que me llevó a la conclusión de la única razón por la cuál yo fui profundamente conmovido aquél día con aquella escena de la película, es porque había ocurrido algo anteriormente: ¡Ya se me había explicado con la Biblia mí condición pecadora delante de Dios y mí necesidad de Cristo como mí única Salvación!.
¡Predica el evangelio!.
Querido hermano o hermana, no asumas que las personas en esta Semana Santa se salvarán si tan solo en tu iglesia harán una representación de los últimos días del ministerio terrenal de Cristo, no creas que tan solo con poner a tus familiares o amigos a ver una película de la pasión de Cristo es equivalente a predicarles el evangelio (si fuese así, las millares de personas que han visto la pasión de Cristo dirigida por Mel Gibson serían hoy creyentes), ¡Dios nos ha llamado a proclamar el evangelio!, esa es la forma en cómo las personas son salvadas, pero no es que debamos decirle a las personas: El evangelio es que Jesús vino a este mundo y murió por tus pecados en una cruz, como si esto fuera un encantamiento mágico que salva inmediatamente a las personas, ¡ellos deben saber con claridad lo que esto significa!.
Me encanta cómo Pablo les recuerda claramente a los corintios el evangelio que les predicó cuando dice:
Este es el corazón del evangelio, pero las personas lograrán entender su contenido y ser salvados cuando ellos entiendan, con la ayuda del Espíritu Santo, y por medio de sus siervos humanos, qué significa eso de que murió por nuestros pecados, y resucitó tal como dicen las Escrituras. Fue solo cuando yo vi a la luz de las Escrituras la gravedad de mí pecado, la identidad de Cristo y su sacrificio expiatorio a mí favor, que pude ver el asombroso amor salvífico de Dios rescatarme de mis tinieblas y así pude experimentar el gozo eterno del maravilloso evangelio que se nos ha entregado.
Esto quiere decir, que no debemos confundirnos en medio de esta temporada, si bien, ver estas películas o representaciones teatrales no son malas en sí mismas, es solo cuando entiendo el significado bíblico de la encarnación, la obediencia perfecta de Cristo, la necesidad de la humanidad de redención, la ira de Dios derramada sobre el Hijo en mí lugar en la Cruz, la vindicación del Hijo resucitado y la ascensión victoriosa de Cristo cuando podré apreciar todo lo que Dios ha hecho por mí, mí corazón se quebrantará en gratitud y correré a Cristo, como un muerto que vuelve a la vida para aferrarme para siempre a los brazos del Salvador.
No dejes que el pragmatismo te engañe.
No permitas que lo fácil y cómodo reemplace los medios señalados de Dios, hacer una obra de teatro, poner un video musical o colocar una película de la pasión de Cristo no será tan incómodo como predicar y discipular, pero ten presente algo, que es solo por medio de la locura de la predicación del evangelio que Dios ha decidido salvar (1 Corintios 1:21), así que no te avergüences del evangelio en esta Semana Santa, en tu casa o en tú iglesia, predica el evangelio con valor y fidelidad, y así podremos ver juntos la gloria de Dios en su salvación por los perdidos.