Para comprender el evangelio verdadero, debemos conocer primero al Dios verdadero, ya que existen muchísimas figuras y personajes fantasiosos en nuestra cultura a las que se las llama “Dios”, pero que en definitiva no son para nada el Dios del que hablan las Escrituras.
Para muchos, Dios no existe; para otros, él es “ella”; para unos cuantos, Dios es la fuerza inmanente que hace que todo funcione; y para algunos pocos, Dios creó el universo y nos dejó aquí en el olvido. Esta es la triste realidad del mundo, pero más triste aún es el “Dios” que predican muchos mal llamados “cristianos”.
Asimismo, el “Dios” de los púlpitos de hoy es una mutilación de enormes párrafos y libros enteros de la Biblia. Muchos predican un “Dios” de amor y paz tan tolerante con el pecado y la indulgencia, que uno no sabe cuál es la diferencia entre ese “Dios” y un anciano hippie que sale a protestar a las calles con flores y burbujas. Sin embargo, ese es el “Dios” que el mundo llega a amar con rapidez, ya que no les exige nada, les rescata en los momentos de apuros y sirve como un genio de la lámpara esclavizado a los caprichos y deseos de las personas. Pero, el Dios que se auto revela en la Biblia es completamente diferente. Las Escrituras tratan de Dios predicándose a sí mismo a la creación entera, y con esto en mente, veamos qué dice la Biblia acerca de cómo es Dios realmente.
Tan solo en este verso establece lo siguiente: el universo que nos rodea tiene un Único Dueño, donde nada de lo que nuestros cinco sentidos perciben ha sido alguna vez nuestro. Todo, incluyendo el aire que respiramos y la tierra que pisamos, es en realidad del Dios Creador. El libro de Génesis continúa diciendo:
En este versículo encontramos que Dios creó a los seres humanos para ser los mayordomos de su creación. Nosotros somos responsables ante Dios para dar cuentas de nuestra relación con Su creación; y, por supuesto, esto incluye nuestras propias vidas en relación con él. Por tanto, no somos agentes libres que fluyen en un sinsentido en el torrente de la vida, sino que nos encontramos sujetos a Dios como a quién rendiremos cuentas algún día.
Esto no es tan malo si seguimos pensando en esa figura distorsionada de Dios que popularmente existe entre la gente de hoy. Con un “Dios” de amor y paz no habría problemas de negociar con él si llegásemos a estar cara a cara, pues estaríamos confiados en que su amor y su paz no nos harían ningún daño, y pasaría por alto todos nuestros pecados. Sin embargo, la Escritura, en muchas partes, nos sigue revelando cómo es Dios, y aunque hay numerosos pasajes para un estudio sobre cómo es Dios, tomemos este otro fragmento de la Escritura donde Dios mismo se revela a un hombre llamado Moisés en medio del desierto.
Moisés le había pedido a Dios que le mostrara su gloria, y Dios le dijo que Él mismo se le presentaría; y al pasar delante de Moisés, la Biblia nos relata lo que Dios dijo de sí mismo:
Este es uno de esos fragmentos en la Biblia en los que podemos ver muchos de los atributos de Dios. Podemos ver que Dios es un Dios de compasión, de misericordia, de paciencia, lleno de amor inagotable, fiel y perdonador…, hasta este momento, no difiere mucho del “Dios” que muchos cristianos profesan, pero, de una forma que puede parecer disonante, aparece la siguiente expresión: “Pero no absuelvo al culpable”. Esta expresión hace referencia a Su Justicia. Él es Justo, y, por tanto, no absolverá a ningún culpable delante de él.
La Escritura afirma que, por ser perfectamente justo y perfectamente recto, Dios debe castigar la maldad. Por esto, hay terribles advertencias sobre los que viven transgrediendo su ley, es decir, sobre los pecadores, porque cada acto de injusticia no pasará inadvertido ante el Dueño de toda la Creación, tal como dicen algunos de los salmos:
Cada acto de injusticia y rechazo contra la ley de Dios, al final y al cabo, siempre ha sido, y seguirá siendo, un pecado contra Dios. La Palabra de Dios advierte que, en su Justicia y Derecho de Creador, él destruirá a todos los que se han rebelado contra sus mandamientos. Y este hecho nos deja con las siguientes preguntas: ¿Quiénes son estas personas de las que la Escritura advierte que serán destruidos por la mano de Dios? ¿Quiénes son estos culpables delante de los ojos del Creador?
En nuestra próxima publicación hablaremos más acerca del tema.