Muchos creyentes han oído o leído alguna vez cuánto dice la Biblia que Dios les amó, alguien tuvo que decirselos en el momento de su evangelización, por lo general, algunos de los tantos versículos favoritos que se utilizan para evangelizar son:
Pero, cuándo el creyente empieza a experimentar la hostilidad de este mundo, la realidad de esta vida caída y la crueldad de las tinieblas, nuestra percepción del amor de Dios empieza a distorsionarse por nuestras emociones y razonamientos humanos. Algunos creen que el amor de Dios cambia con el tiempo por sus fracasos y desaciertos, otros llegan a pensar que Dios ya los amó en la cruz, y les ha dejado solamente a ellos la dura carga de mantener su salvación y perseverancia a ellos hasta el día de su regreso, y otros empiezan a formar un resentimiento hacia Dios porque en definitiva no se sienten amados en la escasez, en la enfermedad, en la opresión y en la pérdida de sus seres queridos. Esta es una manera agnóstica de relacionarnos con Dios, un Dios de carácter y presencia lejana que no interactúa con nosotros día a día y que, por lo tanto, es imposible que nosotros conozcamos.
Sin embargo, la Escritura nos habla de un Dios muy diferente, un Dios en quienes somos y existimos (Hch. 17:28) y con un amor por Su iglesia que se expresa cada día de forma presente, es por esto que el apóstol Juan escribe en su libro:
Al que nos ama, no solo nos amó al entregar su vida, Él nos ama hoy, mañana, y siempre, porque Él es el mismo de ayer y por los siglos (He. 13:8) Sería noble ya amar a Jesús por haber muerto en nuestro lugar y colocarnos en la relación correcta con Dios por Su sacrificio, pero esa no es toda la realidad bíblica, resulta que Aquél murió, también resucitó, ¡Él está vivo! (Ap. 1: 18) y reina sobre todo el universo (Mt. 28: 18) esta profunda verdad debería transformar cada rincón de nuestras vidas, y hay muchísimo para hablar al respecto, pero para no extenderme mucho, solo mencionaré tres maneras en cómo deberíamos ver la vida a través de estos lentes:
- La disciplina: Las personas del mundo tienen un mal concepto del amor, pero tristemente, algunas personas de la iglesia también. Creen que amar a alguien no involucra decirles la verdad, señalarles sus malos hábitos e intenciones y corregirles a pesar de lo incómodo que parezca, sin embargo, la Escritura impulsa este tipo de acciones dentro de la hermandad cristiana por una sencilla razón: Dios al que ama disciplina. Miremos cómo se expresa el amor de Dios en la Escritura:
El amor de Dios no es mayor que su santidad, Él es todos sus atributos en perfección, no podemos pensar que si vivimos vidas desordenadas y en pecado, el amor de Dios aceptará sin condición nuestro desastre. ¡Él nos ama tanto como para dejarnos cómo estamos!, por esto, cada vez que recibamos del Señor su disciplina o exhortación a través de los medios que Él utilice para hacerlo, no olvidemos que Su amor es fiel y verdadero, tanto así que es capaz de hacernos ver que estamos mal cuando creemos que estamos en lo correcto.
- El sufrimiento: El sufrimiento es uno de esos momentos en que nuestra visión se empaña por el dolor, todo se vuelve como conducir un auto en una oscura noche de noviembre, en vías sin alumbrado público y con una lluvía cayendo por montón ¡No logramos ver las cosas con claridad! pero, el amor de Dios sigue estando allí presente, en medio de la enfermedad, en medio del dolor, en medio del sufrimiento que este mundo trae a nuestra alma y cuerpo, recordemos sus promesas:
“…Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios. Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor.” (Ro. 8: 38 – 39 NTV)
Él no ignora nuestro sufrimiento, de hecho, Él está tan consciente de ello que por esto envió a Jesús para salvarnos, pues con su muerte y resurrección, el Señor nos ha asegurado que ya compró nuestra completa paz y total curación (Is. 53: 5) algo que no veremos realizado en este mundo corrompido y muriente, sino en el nuevo cielo y la nueva tierra que ha prometido a Su pueblo, donde ya no habrá más muerte, ni tristeza, ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más (Ap. 21: 4 NTV), sin embargo, mientras ese día glorioso llega, confiemos en Su permanente promesa: Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón… (Sal. 34: 18) Él está más cerca de lo que pensamos cuando atravesamos el valle del sufrimiento y del dolor.
- Lo cotidiano: El día a día con su mucho afán suele ser agobiante y agotador para algunos, para otros, puede que cada día sean de soledad y aislamiento en un lugar lejano de sus seres amados mientras navegan por los continentes, o en la habitación de un hospital mientras esperan resultados. Sea lo que Dios haya permitido a nuestras vidas, en la etapa de nuestro crecimiento que nos encontremos, en la escuela, universidad, trabajo o en el ministerio, rodeados de personas o sin ellas, sepamos que Él nos ama y está con nosotros en todo tiempo (Mt. 28: 20b) Su presencia marca la diferencia siempre, Él está aquí conmigo mientras escribo y está allá mientras tú lees, acerquémonos en certidumbre de fe y con confianza a su trono de gracia (He. 4: 16), porque Él no rechaza a nadie (Jn 6:37) y ha prometido nunca desampararnos (He. 13: 5), Su amor por nosotros no fue manifestado una sola vez en la cruz, ¡ese es el fundamento de nuestra fe!, pero también es una realidad continua, algo que el hijo de Dios experimenta cada día, pues Su Espíritu de amor nos lo revela cada día en medio de cada cosa que enfrentemos (Ro. 5:1 – 5)
Por lo tanto, mis hermanos, recordemos, Él nos ha amado, nos ama y nos amará por siempre. Este es el consuelo del creyente, que a pesar de vivir en este mundo caído, nada nos ha acontecido que no haya permitido su mano, esas mismas manos que fueron un día clavadas por amor, siguen protegiendo y guiando al pueblo que compró y sostiene hasta el final de los tiempos con eterno amor.