LA NAVIDAD: LA EUCATÁSTROFE DE LA HUMANIDAD

La Navidad La eucatástrofe de la humanidad

Tal vez sea la primera vez que escuchas esta palabra eucatástrofe. En realidad, es una palabra hermosa cuando entiendes su significado. Fue acuñada por el escritor británico J. R. R. Tolkien en sus obras literarias. En un portal web dedicado en su honor, se da la siguiente definición de esta palabra que muy frecuentemente solía usar Tolkien:

En esencia, una eucatástrofe es un cambio masivo de fortuna, desde una situación aparentemente invencible a una victoria imprevista, generalmente provocada por la gracia más que por un esfuerzo heroico. Semejante giro es catastrófico en el sentido de su amplitud y sorpresa, y positivo en el sentido de que se evita un gran mal o desgracia.[1]

En pocas palabras, una eucatástrofe es cuando todo está perdido, el mal parece ganar, pero de repente, un suceso inesperado, provocado por la gracia, le da un giro total a la historia y el bien vence sobre aquella fuerza, persona o situación maligna. Son esos llamados finales felices,que se dandespués de una terrible agonía y completa incapacidad humana de cambiar los sucesos en contra.

Y asumiendo que fui claro al respecto, es correcto pensar que lo que celebramos en Navidad, es decir, la encarnación de Dios Hijo, nos recuerda la mayor eucatástrofe de la historia de la humanidad. Acerquémonos juntos a lo que dice el apóstol Pablo sobre esto en su carta a los romanos:

Cuando éramos totalmente incapaces de salvarnos, Cristo vino en el momento preciso y murió por nosotros, pecadores.

(Romanos 5:6 NTV)

Cuando éramos totalmente incapaces de salvarnos

Por causa de la caída del hombre en el Edén, toda la humanidad quedó manchada por la maldición del pecado. El pecado de nuestros primeros padres fue tan grande y radical que la Biblia describe a toda la raza humana, por naturaleza, como destituida de la gloria de Dios (Ro. 3:23); muerta en delitos y pecados (Ef. 2:1); enemiga de Dios (Stg. 4:4); esclavizada por Satanás (Ef. 2:2) y bajo la ira de Dios (Sal. 7:11).  Estos no son términos parciales ni exagerados, son declaraciones concretas de cómo es que verdaderamente luce la humanidad ante los ojos de Dios.

Por naturaleza, estamos en un estado de completa desesperanza, es como estar atrapado en un pozo de más de 10 kilómetros de profundidad, sin ninguna herramienta o forma de salir de allí por nosotros mismos, sin más que esperar sino la muerte, y cuando digo esto es porque así la Escritura lo declara ¡Ni siquiera las mejores obras de justicia que pudiéramos hacer delante de Dios podría cambiar nuestra condición de condenación! El profeta Isaías señala:

Estamos todos infectados por el pecado y somos impuros.

Cuando mostramos nuestros actos de justicia, no son más que trapos sucios.

Como las hojas del otoño, nos marchitamos y caemos,

 y nuestros pecados nos arrasan como el viento.

(Isaías 64:6 NTV)

Nuestros mejores actos de justicia no impresionan a Dios ni cambian Su parecer hacia nosotros. Por nuestra propia cuenta somos totalmente incapaces de salvarnos de nuestra perdición. Sin embargo…

Cristo vino en el momento preciso

Esto es lo que recordamos en Navidad ¡Cristo vino en el momento preciso! Él vino en el  tiempo que Dios había señalado que ocurriría. Dios había establecido que en la plenitud de los tiempos (Gá. 4:4) Su Hijo vendría para ser una gran luz a los que estaban en tinieblas (Is. 9:2); para traer salvación a todas las naciones (Is. 49:6), para abrir los ojos de los ciegos y para libertar a los cautivos en calabozos de oscuridad (Is. 42: 5-7)

Este acontecimiento es el acto de gracia que cambió el destino de la humanidad. El pecado nos condenaba, Satanás nos esclavizaba, el mal se agigantaba, y nuestra muerte espiritual hacía imposible que nos acercáramos a Dios para recibir misericordia. Todo estaba perdido para nosotros, ¡pero aquí fue donde el giro de esta terrible historia se dio! Dios Hijo descendió desde los cielos y…  

Murió por nosotros, pecadores.

Cristo vino para salvarnos, pero muy diferente a como la mayoría de los héroes de los cuentos y leyendas suelen salvar a los indefensos. Él salva nuestra vida entregando la suya. Él, quien era bueno y perfecto en todos los sentidos, ¡muere para rescatar de la ira divina a Sus propios enemigos! Pablo no quiere que perdamos el asombro que esto debe causarnos, porque esta es la eucatástrofe más insólita jamás vista. Los siguientes versos resaltan:

Ahora bien, casi nadie se ofrecería a morir por una persona honrada,

 aunque tal vez alguien podría estar dispuesto

a dar su vida por una persona extraordinariamente buena;

pero Dios mostró el gran amor que nos tiene

al enviar a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores.

 (Romanos 5:6-7 NTV)

No somos salvados por nuestras buenas obras, o porque haya algún tipo de valor en nosotros, somos salvados por el gran amor que Dios nos tuvo. La Navidad es entonces el punto de partida hacia el acto más sublime de amor y redención divina de toda la historia.

No hay verdadera Navidad en el corazón humano, si no hay una contemplación llena de asombro y gratitud por lo que Cristo vino a hacer: morir en la cruz. La Navidad celebra el gozo de que ha venido La Luz Matinal del Cielo a nosotros que estábamos en oscuridad y en sombra de muerte (Lc. 1:78-79 NTV) y esa luz solo nos ilumina cuando abrazamos el evangelio completo, cuando creemos, no solamente que el Salvador ha nacido, sino que Él también vino a dar su vida en intercambio por nosotros. Así canceló la deuda completa de nuestros pecados, para reconciliarnos con Dios a través de la fe en Él y del arrepentimiento de nuestros pecados.

Si tu corazón solo celebra el nacimiento de Jesús, pero no le importa para nada la redención de tu alma que Él compró en la cruz ¡Todavía no estás en la verdadera Navidad de la que estoy hablando! Sigues en oscuridad, desesperanza, muerte y condenación. Si este es tu caso, acércate a Jesús y a Su evangelio, Él es misericordioso y compasivo con los pecadores arrepentidos, y solo así podrás experimentar la vida eterna y abundante que Él vino a traernos (Jn. 6:47; Jn. 10:10)

La eucatástrofe de la humanidad.

Superando cualquier hecho histórico asombroso, acto heroico de hombres y mujeres valientes, historia de ficción o relato de fantasía, la forma en cómo Dios rescata a los pecadores a través de Cristo es abrumadoramente increíble. Con toda razón, Tolkien afirmó entre sus escritos: El nacimiento de Cristo es la eucatástrofe de la humanidad.[2] Tenemos con nosotros ya La Historia de las historias ¡El Evangelio mismo! Celebremos  gozosos que el Salvador vino para rescatarnos de la maldad y de la condenación. Proclamemos sus obras, victorias y promesas a través de la predicación, oración, alabanzas e innumerables poesías. Unámonos al canto de los ángeles del cielo y disfrutemos de este regalo celestial junto con Su pueblo redimido.


[1] Tomado de: https://tolkiengateway.net/wiki/Eucatastrophe

[2] Tolkien, J. R. R. (1990). The Monsters and the Critics and Other Essays. Londres: HarperCollins Publishers. pp. 156. ISBN 026110263X.

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